Emoción entrañable y lágrimas, especialmente entre las porteadoras del Cristo de la Esperanza, en el Vía Crucis de Ponferrada que se refugió de la lluvia en la Basílica de la Encina. Puede que se perdiera la vistosidad del escenario monumental del Castillo, pero se ganó en sentimientos, recogimiento y cercanía. Tanta que los fieles que llenaron el templo pudieron sentir de cerca y casi «tocar» las imágenes del Cristo de la Fortaleza y, luego, del Cristo de la Esperanza.

Esa segunda imagen, que permanecía postrada ante el altar de la Virgen de la Encina, fue elevado a hombros por las mujeres que lo llevan. Con lágrimas en muchas de ellas, que brotaron cuando al terminar la celebración sonaba «La muerte no es el final», interpretada por las voces de la coral «El Salvador» de Toral de Merayo.

A la conclusión del Vía Crucis, la Real Hermandad de Jesús Nazareno de Ponferrada entregó una placa de reconocimiento y agradecimiento al obispo de Astorga, Jesús Fernández, quien presidió la estación de penitencia antes de su traslado a Córdoba, donde tomará posesión del primer sillón de aquella prelatura andaluza.
